El verano ya no es como antes

El verano ya no es como antes

Ahora las familias no se contentan con pasar una semanita en una playa del Mediterráneo, organizan un viaje de unos días al extranjero, y cuánto más extranjero, mejor. En mi época no llegábamos ni locos hasta el Mediterráneo. Nos conformamos con llegar al sitio más cercano en el que hiciera sol y calor. Y ese sitio era León. ¿Para qué ir más allá? ¿Que no tenía mar? Bueno, pues al río, con las truchas…

Durante muchos años, mi familia veraneó en una remota casa de un pueblo perdido de León. Y aunque hace tiempo que no voy por allí, tengo varios recuerdos imborrables. No puedo olvidar las paredes encaladas de las casitas bajas, a lo sumo de dos alturas, las puertas verdes, los graneros de adobe, las persianas alicantinas siempre para abajo para evitar la entrada de calor…

Sí, vivíamos en penumbra en verano. No había aire acondicionado, tan solo algunos ventiladores que fallaban más que una escopeta de feria. Pero lo pasábamos demasiado bien. Claro, yo era un niño, seguro que también lo hubiese pasado bien si me hubiesen llevado a Nueva Zelanda, pero a mí me llevaron a León…

Por el trabajo de mi padre, mi familia pasaba casi dos meses allí. Otra cosa que ahora es impensable: la gente se toma una semana o diez días como mucho. Si el tiempo tiene otra medida para los niños, imaginaos lo que eran dos meses: un mundo para mí. A los pocos días ya nos juntábamos los de siempre y no había manera de aburrirse. Nos inventábamos todo tipo de juegos, siempre en la calle, en el campo o en la piscina. Nadie tenía un solo aparato tecnológico: con balones y bicis no necesitábamos nada más.

Cuando volví muchos años más tarde al pueblo, para enseñárselo a mi mujer, poco había cambiado. Seguían las paredes encaladas y las persianas alicantinas bajadas. Se oían los grillos y las ranas del río. Me sentí bien, pero nostálgico, y decidí que era mejor no volver nunca… porque el pasado nunca vuelve, para lo bueno y para lo malo.

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