Tiendas que cierran, tiendas que abren
Desde hace años yo siempre voy a comprar ropa solo. Hay quien prefiere llevarse a alguien, ya sea a su madre, a su novio o a una amiga para que le aconseje y le ayude. Es verdad que ir con acompañante soluciona algunas situaciones, sobre todo el probador (“tráeme la talla M, que la S me aprieta un poco”). Si no, el proceso es un poco más largo y tedioso. Pero yo solo me fío de mi propia opinión a la hora de comprar ropa. Es verdad que no soy infalible (a veces compro verdaderas castañas) pero, por lo general, acierto.
Recuerdo con añoranza los tiempos en los que iba a comprar por el centro de la ciudad, sin prisa (y solo), mirando en mis cuatro o cinco tiendas preferidas. Generalmente no iba con una idea fija: a lo mejor buscaba ofertas en polos de hombre y me llevaba un par de prendas, o necesitaba unas zapatillas y me probaba bastantes, pero yo prefería simplemente mirar. Y así es como descubría los mejores atuendos.
Pero todo aquello fue en mi época de estudiante o en los primeros años de trabajo. Luego todo cambió. Por un lado, cada vez tenía menos tiempo para ir a comprar. Y, por otro, llegó internet. La irrupción de las grandes cadenas de ventas minoristas ha afectado directamente a muchos pequeños comercios, sobre todo a aquellos que no pertenecen a las grandes cadenas que todos conocemos. Y un buen día regresé al centro de la ciudad y habían desaparecido varias de esas tiendas en las que yo pasaba las tardes de los viernes.
Así fue, casi sin darme cuenta: primero cerró una, luego otra, y después la tercera. Y otra de las tiendas se terminó reciclando en bar de copas… y después también cerró. Es verdad que ya no necesito irme al centro para mira ofertas en polos de hombre: eso lo puedo hacer cómodamente desde la comodidad de mi casa con mi tablet, pero también tenía su gracia salir a comprar. Porque se trataba de eso, de salir: si se compraba bien, y si no, para la próxima. Pero los tiempos cambian y hay que adaptarse, ¿no?