Los collares son mucho más que una joya elegante y distinguida. Su vínculo con la historia es evidente, como demuestran el ejemplar de esmeraldas de Wallis Simpson, duquesa de Windsor. Pero no son pocos los modelos de collar de oro o con piedras preciosas que están presentes en la cultura popular. Por asociación de ideas, el RMS Titanic se relaciona con el collar que luce el personaje de Kate Winslett, cuyo diamante cordiforme estaría inspirado en la joya Hope.

Pese a ser un complemento de uso común, sorprende el desconocimiento general del público sobre las distintas clases de collares. Uno de los modelos más utilizados es el de princesa, sin duda por su versatilidad, ya que armoniza con looks casuales y con vestimentas formales. De longitud estándar, esta joya cae entre la clavícula y la garganta y se adorna frecuentemente con piedras preciosas y otros adornos.

Más singular es el collar lavaliére, de característica forma de lazo, idóneo para vestimentas de corte romántico o clásico. Esta joya se comercializa con el collar en solitario o acompañado de adornos que realzan su valor ornamental. Por su parte, el matiné es otro collar de longitud elevada que hace acto de presencia en ocasiones formales y casuales. Para favorecer su caída, es común diseñarlo con un adorno final a modo de remate.

Entre los collares más holgados y opulentos destaca el tipo Ópera. La mayor parte de estas joyas superan los setenta centímetros de longitud, siendo una elección atrevida, no apta para personalidades tímidas. Similares en longitud, que no en diseño, son los collares babero o peto, que suelen desarrollarse en estilos africanos y street style por su aspecto recargado, colorido y vistoso.

Entre el público joven, el collar choker o gargantilla es probablemente la opción más demandada. Su reducida longitud y variedad de estilos y materiales lo convierten en un complemento todoterreno, apto para todos.