Mi primera sesión
Habíamos grabado en la casa-estudio de un amigo común y todo había ido bien. No había ninguna presión, sólo se trataba de hacer una demo para disfrutarla nosotros y, si acaso, distribuirla por alguna pequeña discográfica independiente. No éramos un grupo ambicioso, casi ni siquiera éramos un grupo porque siempre estábamos cambiando de miembros. Pero todo cambió cuando la demo llegó a una discográfica que se interesó un poco por nosotros.
Fue así como entramos por primera vez en un estudio de grabación profesional. El productor no era el más prestigioso de España, pero le conocíamos de oídas y sabíamos que era profesor en un Master en Producción Musical en Madrid. Como mi primera experiencia en un estudio había sido buena estaba súper tranquilo. Llegas con tus colegas y con tu grupo para grabar y te sientes Keith Richards. Por supuesto, no soy un virtuoso de la guitarra (mi instrumento) toco por placer y por pasarlo bien. Pero cuando llegas a un estudio serio, con un productor de verdad, te pone en tu sitio.
La primera sesión fue un desastre total. Tocamos todos fatal, sobre todo yo. Y el productor no tuvo piedad. Íbamos a grabar dos canciones para un single, para ver qué tal funcionaba. La producción de esas canciones estaba pagada por la discográfica, no por nosotros, así que no éramos los ‘clientes’, y el productor lo sabía. No es que se portara mal con nosotros, pero nos dio bastante caña.
Lo primero que nos insinuó es que debíamos ensayar más. Más razón que un santo tenía. Es el primer paso para pasar de ser un grupo de pasarlo bien con los amigos a un grupo que graba canciones. El hecho de tener experiencia como profesor en el Máster en Producción Musical en Madrid también influyó para tratarnos un poco como alumnos. Tengo que decir que en un momento dado me entraron ganas de llorar por ser incapaz de tocar bien. Pro él lo notó y ahí sí fue comprensivo: es la presión de verse en un estudio de verdad, me dijo. Al segundo día se pasa. Y tuvo razón también en esto.