LA PRIMERA MUDANZA
Recuerdo cuando me mudé por primera vez. No es que tuviese demasiado dinero y me tuve que arreglar como buenamente pude. El piso al que me mudaba estaba casi vacío, tenía muy pocos muebles pero entre mis familiares y amigos me fueron regalando algunos muebles que me fueron de gran ayuda para conseguir un hogar y no un simple piso donde ir a dormir. Uno de los primeros regalos que había recibido fue un panel japonés barato que me vino muy bien para colocar en la ventana de la pequeña sala en la que veía la televisión. Con el paso del tiempo fui acumulando unos pocos muebles, como una mesa grande con unas sillas. De esta forma pude invitar a los que me habían ayudado en este proceso de mudanza. Cuando pude les invité a todos los que ayudaron a una cena con fiesta incluida, algo que les encantó a todos. Por fin era yo el anfitrión por primera vez, hasta ahora nunca había sido yo el que mandase en un piso. El único momento en el que me podía considerar anfitrión antes era cuando celebraba mi cumpleaños en el galpón que tenemos enfrente al bar al que vamos siempre a celebrar las fiestas.
Con los años ya me he tenido que mudar más veces, pero ninguna fue tan importante como lo fue la primera, por las connotaciones que tenía. L aprimera vez que te vas de casa de tus padres es una experiencia que hay experimentar a lo largo de la vida. Aunque también hay gente que se queda en su casa para siempre, aunque socialmente no es que se vea demasiado bien. Incluso mucha gente al final acaba volviendo a la antigua casa de sus padres, ya bien porque le toca tener que cuidar de sus padres ancianos o bien porque ha heredado el piso y lógicamente es mejor vivir en un piso en el que no hay que pagar un alquiler. Creo que todos aspiramos a eso, a no tener que pagar un alquiler más. Aunque eso muchas veces es imposible por circunstancias de la vida.