De ruta por el norte

De ruta por el norte

Dicen mis padres que desde pequeño mostré un gran interés por los coches, casi algo enfermizo, que salía a la calle y me quedaba parado en la acera mirando pasar coches como si fuera un partido de tenis: mirando a un lado y luego al otro. Y también dicen que mis coches cuanto más grandes, mejor. Supongo que ya estaba preparando el camino para mi futura profesión.

Mi tío fue transportista muchos años y me ayudó desde el principio dándome muchos valiosos consejos. Aunque él era autónomo, yo siempre pensé en trabajar para una empresa: lo consideraba algo más cómodo. Lo que nunca pensé es que terminaría en una de las empresas más importantes de mi tierra. En mi casa, como en la mayoría de las casas de Asturias, no hay espacio en la nevera para otra leche que no sea la Asturiana. Yo ya solo bebo leche asturiana desnatada, aunque tenemos que tener también entera por mis hijos… y sin lactosa por mi mujer. Vamos, que somos consumidores fieles.

Por eso cuando conseguí el trabajo como transportista para la Central Lechera fue todo un honor. En Asturias somos mucho de defender el valor de lo nuestro. Sobre todo ahora. Cuando yo era niño, si hablabas con acento asturiano, te decían que eras de pueblo y cosas así: ahora es al revés, cuanto más acento, mejor.

Mis amigos me felicitaron por conseguir ese trabajo. Empecé con mucho entusiasmo, pero los primeros meses fueron duros: la exigencia era superior a mis trabajos anteriores. Es verdad que también cobraba más, pero las rutas se me hicieron muy duras en los primeros tiempos.

Ahora que han pasado varios años desde que empecé a trabajar con la Central Lechera me doy cuenta que comencé con demasiado entusiasmo. Que el trabajo es trabajo aunque uno lo disfrute y que hay que saber guardar energías.

Hoy tengo trabajo fijo y estoy muy contento. Cuando en mi casa se abre un cartón de leche asturiana desnatada me sonrío porque pienso que, a lo mejor, yo he transportado esa leche que vamos a beber.

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